Pertenezco al signo del cangrejo porque nací en julio y además porque me
gusta mi caparazón, me permite distanciarme de los extraños y de quienes
quieren indagar y descubrir mi yo. Disfruto de mi soledad, aunque a veces me
gusta reír a carcajadas y conversar mucho. Este asunto de la coraza es tan extraño porque… quién
creería que es así si de niña te obligaban a declamar, a recitar en voz alta
poemas patrióticos tipo Carta a Junín? Una fiesta patria fue el pretexto para
que mi profesora de sexto grado llamara a mamá para contarle que me había
escogido por mi tono de voz y fuerza expositiva. ¿Quién lo diría? Y
así fue como ella me acompañó a la Plaza Victoria y allí ante la multitud
escondida detrás de un poste se puso a rezar, sí a rezar, para que no olvidase
ningún verso y empezara a decir de memoria aquello “del trueno horrendo que en
fragor revienta y sordo retumbando se dilata por la inflamada
esfera”. Desde entonces intento dejar el caparazón, el resto es
historia, ahora sé por qué me gusta la literatura.
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