domingo, 7 de julio de 2019

El encuentro de literatura Jorge Carrasco Veintimilla



Cuando El Conde olvidó el libro de editorial El Conejo, de aspecto bastante desaliñado, yo diría que intentó llamar mi atención hacia la poesía, a lo mejor porque se quedó admirado de lo poco que conocía a los autores que él leía y releía. Confieso que nunca te había leído. Cuando Martillo se fue me acerqué al libro que había dejado “olvidado”, no sé si ex profeso. Empecé a hojearlo y leí “bulbos oscuros revoloteando en mi memoria”, entonces empecé a planificar el viaje para conocerte. El pretexto fue recopilar material para un Suplemento Cultural del diario El Universo, en el que entonces trabajaba. Organicé los artículos, que debía dejar preparados en mi ausencia y pedí permiso a la dirección, pretextando recopilación del material para el Suplemento Dominical de Diario El Universo. Como el pretexto era bueno aceptaron. Empaqué maletas y avancé por el sinuoso camino hacia la serranía. El encuentro Alfonso Carrasco Veintimilla se celebraba cada dos años en la ciudad de Cuenca y tú ibas a estar en esa cuarta edición. Miré cómo te acercabas a ver las maletas de equipaje y pensé debe ser él. Después al subirme al automóvil me preguntaste si yo era la periodista que te había entrevistado: contesté que sí.  Mientras tanto en las noches seguía leyendo: “Y como si de pronto no existiera otra cosa/a la muerte se le antoja un día venir a molestarnos/y el malestar es un cuerpo (entonces) dentro de nuestro cuerpo. Todo aquello por lo que creíamos haber luchado/pugnado/sacrificado se nos viene abajo”. Al día siguiente me tocó asistir al debate de ponencias entre Iván Carvajal y tú, ambos reconocidos escritores de nuestro país. Debes saber que fuiste frío e implacable, que hiciste una disección de su texto, lo abriste con la precisión de un cirujano. Tú pensaste que te admiré en ese momento, no fue así. En cambio nuestro encuentro fue otra cosa, un ir y venir de palabras en la mitad de la noche, intentando concordar. Nunca supiste que le pregunte si regresarían a Guayaquil. Y me contestó que sí, que tú debías trabajar en el Centro de Investigaciones de la universidad y que ella debía dictar cátedra en otra universidad. Me quedé dos días más alojada en un hotel Siberia, no en el Crespo, y regresé a la ciudad a armar la nota y esperar tus comentarios.


miércoles, 3 de julio de 2019

Autorretrato


El caparazón


Pertenezco al signo del cangrejo porque nací en julio y además porque me gusta mi caparazón, me permite distanciarme de los extraños y de quienes quieren indagar y descubrir mi yo. Disfruto de mi soledad, aunque a veces me gusta reír a carcajadas y conversar mucho. Este asunto de la coraza es tan extraño porque… quién creería que es así si de niña te obligaban a declamar, a recitar en voz alta poemas patrióticos tipo Carta a Junín? Una fiesta patria fue el pretexto para que mi profesora de sexto grado llamara a mamá para contarle que me había escogido por mi tono de voz y fuerza expositiva. ¿Quién lo diría?  Y así fue como ella me acompañó a la Plaza Victoria y allí ante la multitud escondida detrás de un poste se puso a rezar, sí a rezar, para que no olvidase ningún verso y empezara a decir de memoria aquello “del trueno horrendo que en fragor revienta y sordo retumbando se dilata por la inflamada esfera”. Desde entonces intento dejar el caparazón, el resto es historia, ahora sé por qué me gusta la literatura.



El encuentro de literatura Jorge Carrasco Veintimilla

Cuando El Conde olvidó el libro de editorial El Conejo, de aspecto bastante desaliñado, yo diría que intentó llamar mi atención haci...